El artículo plantea que aunque los chatbots de inteligencia artificial pueden ofrecer escucha inmediata, empatía simulada y un espacio sin juicio para expresar emociones—algo especialmente valorado por adolescentes y jóvenes—no pueden reemplazar a amigos ni a psicólogos. Su capacidad se limita a respuestas estadísticamente generadas, carecen de responsabilidad ética, comprensión contextual o juicio clínico, y pueden inducir dependencia emocional o un efecto “burbuja”. Se recomienda utilizarlos de forma consciente y limitada, reconociendo sus límites, sin atribuirles autoridad terapéutica ni sustituir el soporte profesional y humano.