Mientras el sol se levanta sobre las colinas de Kigali, la conductora de taxis Imigambi Jouyese pone en marcha su motocicleta eléctrica de color rojo brillante. Esta madre de cuatro hijos, de 34 años, pasará las siguientes horas transportando pasajeros a través de la capital de Ruanda en una moto casi silenciosa y sin emisiones de escape.
Jouyese, quien compró la moto a través de un proyecto apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), es parte de una escena poco común en Ruanda, donde solo el 4 por ciento de los trabajadores del transporte del país son mujeres.

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